lunes, noviembre 06, 2006

Autorretrato de Luis Palao


Caretas Nº 1444

domingo, noviembre 05, 2006

Acuarela de Luis Palao


"... hay algo en el arte de Palao que, si no conmueve, ciertamente inquieta...".

Caretas, Nº 1835


"UNA de las acuarelas que expone Palao en Trapecio de Miraflores se llama "Sapankari" que en quechua significa "Hombre Solo". Es un autorretrato y define secamente a este pintor solitario exiliado voluntariamente en Calca hace tres décadas. La palabra, en la filosofía andina, no alude al hombre sin pareja sino al que no tiene una comunidad de referencia.

En sus primeras peregrinaciones al Qoyllur Ritti, Palao se acolleraba a los grupos de campesinos que emprendían el recorrido representando a su ayllu. Allá iba el "ararigua", autoridad agrícola que organiza la siembra, adivina las lluvias y programa las cosechas y también el "pampamisayoc", la máxima autoridad religiosa reverenciada y respetada por el pueblo. Con ellos caminaba el pintor, cargando pinceles, carboncillos y todas las cartulinas que entraran en la mochila, mudando de grupo después de registrar las expresiones, gestos y actitudes de los peregrinos. Ellos lo bautizaron como "sapankari" y así se siente él después de 30 años.

Su elección serrana tampoco fue arbitraria. Dice que cuando tenía 20 años y vivía en Arequipa la gente lo presentía como un haragán, un tipo que no hacía nada salvo deambular por las calles con sus papeles bajo el brazo. Cuando llegó a Chinchero, los campesinos se le acercaron invitándole habas pushpas porque lo veían pintar todo el día sin acaso llevarse nada a la boca."Ellos entendieron mi trabajo y por eso me quedé", dice ahora....." (MEC).

Caretas, Nº 1444

sábado, noviembre 04, 2006

Archivos y espionaje


"Hay historias necias que se resisten a pasar al olvido. Una de ellas fue protagonizada por un subteniente retirado del Ejército que desapareció en el anonimato hace 18 años. Su destino final y los graves problemas que se ganó dentro de la institución castrense se convirtieron en misterios sin resolver hasta que el periodista Ricardo Uceda narró con extrema crudeza el sendero que el militar recorrió hasta llegar a su cadalso.

Sin embargo, desde la publicación del libro "Muerte en el Pentagonito" en el 2004 nada se conoció del caso. Ahora, dos años después, El Comercio encontró el olvidado expediente del proceso que se abrió por la desaparición del joven militar de 26 años, un caso que terminó traspapelado entre casos por terrorismo y derechos humanos.

En las páginas del expediente 22-2005 se encuentran diversos testimonios que recrean lo que le ocurrió al subteniente en reserva EP Marco Barrantes Torres cuando el Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) ejecutó el denominado Plan Lucero en 1988, luego de descubrir que este último había sembrado una organización en las entrañas del Pentagonito para extraer secretos militares y luego venderlos al vecino país de Ecuador.

Lo último que se supo del cuestionado subteniente fue que el 18 de marzo de 1988 abandonó la casa de su hermano y nunca más volvió a ser visto. Los detalles de su desaparición aún no han sido confirmados. Lo único cierto es que otros siete suboficiales y un civil del SIE tampoco llegaron, al igual que Barrantes Torres, a sus respectivos destinos. Todos eran investigados por infidencia en el Consejo Supremo de Justicia Militar.

Según el fuero castrense, Barrantes Torres vendió una gran cantidad de documentos secretos a Enrique Duchicela, miembro de la Fuerza Aérea del Ecuador y agregado militar en la embajada del vecino país en Lima. La información que acumuló y que vendió el espía peruano, entre 1987 y 1988, le fue entregada por ocho informantes que él "cultivó" dentro de lo que fue el SIE, los mismos que luego serían encarcelados en los sótanos del Pentagonito..."

El Comercio, 04-11-06