A diferencia del otro, él adora la cultura (peruana). La practica, la difunde y, encima, la enriquece con su particular aporte oriental. Él es Shin Sasakubo, y tiene ocho producciones discográficas que quiza pocos conocen.
Su padre llegó al Perú para capacitar al personal del Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado-Hideyo Noguchi. Era 1983, y el hospital –construído con aportes del gobierno japonés– iba a pasar a manos peruanas. El recién nacido Shin se quedó con su padre en Lima. Aquí aprendió sus primeras palabras y dio sus primeros pasos. También aprendió a reconocer la quena, el instrumento favorito de su padre que el hospital usaba para tratar el asma. De vuelta en su natal Tokio, Shin dominó la quena, la zampoña y el charango a partir de los tres años. A los nueve reconoce las curvas de la guitarra. Y se enamora.
Según Elsa Ishii, representante de Shin Sasakubo en el Perú, en Japón hay una gran afición por nuestra música. Tanto como en Argentina, donde también el movimiento folclórico es vasto. Es probable que el pasado 22 de agosto –Día del Folclor– se haya celebrado con más efusividad que acá. Y en ese ambiente de efervescencia folclórica creció Shin, guitarrista desde los nueve y seguidor de Raúl García Zárate desde los ocho años. El fanatismo por nuestra música popular y folclórica, sin embargo, era subrepticio: Shin Sasakubo estudiaba guitarra clásica con los maestros Norikazu Shimazaki y Tsunekazu Adachi. Luego, de vuelta en Perú, buscaría personalmente a sus otros maestros. Compositores como el veterano Daniel Kirwayo, quien se sintió “muy complacido de conocer y comprobar la preocupación del joven guitarrista Shin Sasakubo sobre el acervo ayacuchano”. También a maestros como el legendario Alberto Juscamaita, quien calificó a Sasakubo como “el futuro gran guitarrista” de la música peruana. Y Jaime Guardia, y Manuelcha Prado, y Ricardo Moyano. Y el mismo Raúl García Zárate, quien le auguró éxitos “por sus cualidades excepcionales para interpretar la música tradicional del Perú”.
Mientras tanto, Shin Sasakubo sigue investigando la música andina. Todas sus vertientes, raíces y ramificaciones. Sus afinaciones ancashinas, huanuqueñas, cajatambinas y ayacuchanas. Los huaynos en sus distintos temples: el de sexta en fa, para tocar en re menor, o el temple ‘diablo’ o transportado para interpretar en sol menor. A esa tradición –siempre oral, cambiante, casi irrecuperable– Shin Sasakubo le agrega arreglos personales. Todo, por supuesto, lo escribe. Ése también es un aporte significativo. (C. Cabanillas)
Caretas, 23-08-07